El vacío que siento es inexplicable.
La soledad, y el miedo me atacan los sábados especialmente. No sé el motivo, pero los días con este nombre me atrapan y me estrujan el cuerpo, me siento como un papel arrugado y roto, olvidado en el fondo de la mochila vieja de alguien que se acaba de comprar una nueva.
Me siento en la oscuridad a mirar el ventanal, me siento en el escritorio a mirar la pantalla de la notebook: nada. No puedo hacer nada. Mi mente sigue allá en el veintisiete de Enero. Mi corazón sigue repasando su partida.
Y a pesar de haber sido una crónica anunciada, mi alma sufre su pérdida.
Culpa, me carcome por dentro, no me permite moverme, no me permite disfrutar hasta de lo más simple. y si lo intento su rostro aparece, enorme como si se tratara de una publicidad, ocupando todas las calles de mi mente.
La sensación de no haber hecho nada malo aparece a veces, pero no, prefiero culparme de todo porque solo así encuentro un motivo para su partida, para sus desplantes, para su dejar de querer. Lo hace más simple, y más llevadero.
Si fue mi culpa al menos tengo un porqué de su abandono.
Te extraño mucho, P.
No hay comentarios:
Publicar un comentario